El queso, un alimento con 12.000 años de historia

Origen accidental

Si bien no hay una única teoría sobre su origen exacto, muchas fuentes apuntan a que fueron los egipcios los primeros en descubrir el efecto coagulante de los jugos gástricos, en el cuerpo inerte de un mamífero lactante. Esta masa sólida (leche coagulada) en el interior del estómago del animal, fue posiblemente, el primer “queso” de la historia.

Al margen de estos orígenes más o menos accidentales, lo que sí está claro es que fueron los griegos y, más tarde, los romanos, los que a partir de este principio, desarrollaron técnicas para coagular a propósito la leche procedente de cabras y ovejas.

Elaboraban unos quesos muy sencillos, pero que jugaron un papel fundamental en su dieta. De hecho, el queso de cabra formaba parte de la ración diaria de comida de los legionarios, por su gran aporte energético, fácil digestión y larga conservación.

La conservación, un factor clave

Este último factor, la conservación, es clave para explicar por qué el queso se convirtió a lo largo de la historia en un alimento básico.

Gracias a ella, el queso se convirtió en un recurso ideal para aprovechar los excedentes de leche, útil para conseguir una nueva fuente de alimento. Bien tratado, el queso podía conservarse durante meses e incluso, podía servir como moneda de cambio en transacciones comerciales.

Así, simultáneamente y en diversas partes del mundo, las distintas culturas fueron desarrollando diversas técnicas de elaboración, maduración y conservación de los quesos. En función del tipo de leche que tuvieran a su alcance (vaca, cabra, oveja, búfala, yack, camella, dromedaria…), el clima de la zona, sus medios o sus conocimientos, fueron creando unos hábitos que, con los siglos, forjaron la tradición quesera propia de cada zona.

Más de 1.000 variedades

Esta práctica ha perdurado hasta nuestros días. En la actualidad, existen en el mundo unas 1.500 variedades distintas, muchas de ellas elaboradas todavía de forma artesanal, siguiendo los métodos y recetas ancestrales. Una práctica que aumenta cada día con la aparición de nuevas queserías y con la creación de nuevas modalidades de queso.

 

Con semejante variedad, si te gusta el queso, la pregunta es sencilla: ¿cuál es el tuyo?

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